HACE ALGUNOS MESES te conté por qué escribo novela histórica. No es el único género que he trabajado (incluso tengo por ahí un par de patatas gordísimas en las que intenté inventarme un mundo distópico pseudo-postapocalíptico), pero junto al realista es en el que me siento más cómoda. También es uno de los géneros que más me gusta leer y que más disfruto. Entre otras razones, porque me encantan los buenos dramas y en épocas donde los resfriados se curaban con emplastos los dramas son bastante fáciles de conseguir.
Lo que te voy a decir es una obviedad, pero el contexto determina a los personajes. Por eso, los personajes de novela histórica son algo diferentes a los personajes de otros géneros, como la novela negra o la novela romántica contemporánea. Si escribes novela histórica, tienes que tener en cuenta de que el contexto de la narración no es el mismo que el tuyo de tu vida cotidiana, así que vas a tener que trabajar un poquito más.
De hecho, los personajes son una de las maneras más sencillas y a la vez más complejas de conseguir que tu lector se crea lo que le estás contando. Por una parte, lo normal es que tu novela (por regla general, que tampoco vamos a discriminar aquí a ningún tipo de experimento literario) tenga personajes: los vas a necesitar para que vivan la historia que quieres contar, de modo que si los haces interactuar con su medio para describirle el contexto a tu lector estás matando dos pájaros de un tiro. Aunque, por otra, está claro que crear buenos personajes (irresistibles) no es tan fácil como parece, aunque es una parte importante del proceso de escritura de una novela. Así que ya sabes: a practicar y a leer mucho.