HASTA NO HACE MUCHO TIEMPO, yo escribía siempre a mano. De verdad: novelones enteros de miles y miles de palabras a boli sobre papel cuadriculado; montones de patatas que nunca verán la luz y que recibían la primera corrección cuando me dedicaba con muchos sudores a pasarlas a ordenador. Abandoné este sistema cuando vivía en Alemania y empecé a escribir mi novela sobre la Guerra Fría, no porque decidiera modernizarme de repente, sino porque no me llevé libretas en blanco cuando me mudé y no quería comprarme muchos cacharros que luego tuviera que traer de vuelta a España.
Me ha hecho falta irme de vacaciones a un sitio donde mi acceso a internet era bastante limitado para recuperar un método de escritura que me había funcionado siempre muy bien y que tenía abandonado: no, no he vuelto a escribir a mano. Alguna hoja suelta, alguna escena clave y mil esquemas, sí, pero el grueso del borrador está directamente en Word. Lo que he vuelto a hacer es escribir sin documentarme.
Cómo las vacaciones me han ayudado a dejar de procrastinar
No es la primera vez que te lo cuento y seguramente no será la última: soy una friki de la documentación. Me encanta aprender sobre el mundo de la historia que esté escribiendo, y de hecho siempre que la gente me pregunta, extrañada, que por qué he escrito una novela de vikingos, la respuesta que doy es que quería saber más sobre esta cultura y no se me ocurrió una mejor manera que esa. Y es la verdad-
Una muestra de lo exhaustiva que puedo llegar a ser mientras me documento son todas mis entradas de documentación extrema: puedo pasarme horas y horas buscando planos de trenes de 1961 o viendo vídeos de rutinas de trapecismo.
Demasiadas, a veces. Porque me gusta tanto documentarme que a veces (más de las que me gustaría admitir) lo utilizo como excusa para procrastinar.
Y es cierto: mientras me documento estoy trabajando en mi manuscrito. Aunque sea viendo una película o leyendo una novela (documentación pasiva, sí, pero también sirve para imaginar y afianzar el mundo de tu historia), es parte de lo que conlleva la escritura de un libro. Pero es demasiado fácil dejarse llevar y decir: «bueno, vale, hoy he dedicado tres horas a esto. Ya me pondré a escribir mañana». ¿No te pasa? Ya sea la documentación o tu blog de escritor o tus redes sociales o cualquier otra cosa de las que siempre anteponemos a sentarnos realmente ante el ordenador y empezar a teclear.
Por eso, cuando me marco objetivos diarios de escritura, no los mido en tiempo dedicado a escribir sino en palabras escritas. Aunque haya gente que pueda argumentar que de esta manera estoy primando la cantidad a la calidad (lo cual es cierto, por otro lado), prefiero tener algo que corregir más adelante que haber dedicado puntualmente dos horas al día a escribir que no han llegado a producir ni una sola página.
¿Que por qué te estoy contando todo esto? Porque este verano he recuperado algo que no me había dado cuenta de que había perdido: la capacidad de escribir sin documentarme.
Me fui de vacaciones a la playa y me llevé el portátil, pero no tenía internet. Me propuse escribir 1000 palabras al día ¡y no tenía la opción de pararme al segundo párrafo para comprobar cosas como a qué hora se pone el sol en Guadarrama el 3 de mayo o si había lecheros en Berlín en 1961!
Así que, cuando ahora llego a un punto en el que necesito referencias o información que no tengo a mano, en vez de pararme a buscarlo, perdiendo no solamente la concentración y el hilo de lo que estaba escribiendo sino también mucho tiempo, simplemente pongo lo que falta entre corchetes en el documento (por ejemplo, [describir paisaje] o [x semanas]) y marco con un comentario qué es exactamente lo que tenía que buscar (Buitrago del Lozoya, cuánto tarda en curarse un esguince de tobillo).
Y esto es algo que también hacía cuando escribía a mano: llevaba una lista llamada Documentación en la que iba anotando todo lo que necesitaba investigar. Hace un par de días subí dos fotos a mis redes de esas listas, por si tienes curiosidad sobre los detalles insignificantes que puedo llegar a investigar:
Esta de mi Instagram es de cuando escribí el primerísimo borrador de Cuando la luna brille (mi novela de vikingos), y esta de mi página de Facebook es de una patata ambientada en 1824 de la que ya te he hablado alguna vez:
La entrada de este miércoles en el blog va a ir de #documentación (y de cómo no siempre es la solución), y para ir…
Publicado por Esquinas Dobladas en Lunes, 31 de julio de 2017
Pero, por supuesto, la tecnología tiene sus ventajas ¡y es mucho más fácil para mí localizar dónde necesitaba incluir esa información utilizando la navegación entre comentarios (herramienta por cierto sobre la cual hablaré en el artículo del miércoles que viene) o la fantástica herramienta que es Buscar y reemplazar!
Ya para terminar, como muestra de que no soy la única que procrastina a través de la documentación, te dejo un fragmento traducido de este artículo con trucos para escritores de novela histórica, escrito por Stephanie Dray:
Mi marido y mi agente prepararon una vez una intervención para impedir que fermentara marisco en mi jardín en un intento de reproducir el proceso tradicional de fabricación de tinte […]. Llegado cierto punto, debes escribir el libro.
Así que, si quieres incrementar tu nivel de productividad en lo que queda de verano (aparte de irte de vacaciones y desconectar, que también viene estupendamente de vez en cuando), hazme caso a mí y hazle caso a ella y ponte a escribir. Que todos sabemos que no es tan fácil como parece y que hay distracciones que son necesarias, pero tenemos que dejar de utilizar excusas para no escribir. Que, al final, solo te engañas a ti mismo, ¡y eres tú el único que puedes cambiar eso!
Como ves, mi mes alejada del blog ha sido bastante productivo, sobre todo en cuanto a número de palabras escritas, ¡pero también he estado preparando muchas cosas para este curso! Iré desvelando las sorpresas poco a poco, pero de momento puedo decirte que ¡por fin me he animado a abrirme una lista de correo! Si me dejas tu correo electrónico en este formulario, recibirás todas las actualizaciones del blog en tu email y, además, una newsletter mensual y, por supuesto, todas las noticias y anuncios que tenga ¡antes que nadie!
Y tú, dime, ¿cómo llevas el calor? ¿Qué tal te está tratando el verano? ¿Has escrito mucho o te ha engullido el monstruo de la procrastinación? ¿Cómo enfocas tu proceso de documentación? ¡Cuéntamelo en un comentario! Y hablando de comentarios, recuerda que la semana que viene la entrada irá sobre los comentarios de Microsoft Word y cómo pueden ayudarte a navegar por tu manuscrito (suscríbete para no perderte nada). ¡Hasta entonces!
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