ÚLTIMAMENTE tengo poquísimo tiempo para todo: para escribir, para intentar mantener una vida social que se cae a trocitos, para ver películas y, sobre todo, para leer.
Siempre, desde pequeñita, he sido una lectora voraz: no podía no leer antes de dormir y traía a mi madre de cabeza. Pasaba más tiempo en la biblioteca que en los parques y en mi mesilla siempre había tres o cuatro libros esperando un turno que no tardaba en llegar (llevo listas con todos los libros que me leo desde 2006 y por aquella época mi media era de unos 100 libros al año).
Pero, bueno, la vida se complica y mis circunstancias han cambiado. El año pasado tuve que elegir entre llenar una maleta de libros o de ropa (y, lamentablemente, elegí la ropa); algún día me compraré un e-reader. El estrés tampoco es que me dejara vivir, así que podría decirse que sufrí un pequeño proceso de desintoxicación de la lectura (también de la escritura, al principio, aunque luego volví a ella con tantas ansias que todavía no he terminado el proyecto que empecé hace casi un año porque se me ha hecho demasiado grande).
Y, desde entonces, pues leo menos. Mucho menos. También influye, claro, el hecho de que cuando abro el libro, bien arropadita en mi cama, a la luz de la mesilla, estoy tan cansada que los ojos se me cierran y no distingo unas letras de otras. Por eso, y no porque no me estuviera gustando o porque me pareciera aburrido, he tardado más de un mes en leerme un libro de 252 páginas. Pero, mira tú por dónde, en cierta manera, eso de ir despacito y saboreando las cosas (y no como de costumbre, que parece que engullo páginas) me ha servido para apreciar más los detalles de la novela. Y esto es especialmente importante porque empecé a leerla un poco a modo de documentación pasiva, no de la de investigar delante de una pantalla sino de la de empaparse de un contexto disfrutando de la ambientación que otro ha creado.
La novela en cuestión se llama The spy who came in from the cold, de John Le Carré (en español es El espía que surgió del frío), que es básicamente una novela de espías. Por supuesto, para documentarme no me valdría haber escogido cualquier novela de espías. Después de todo, si vas emplear algo que hayas sacado de la novela, aunque sea el ambiente o un olor que se mencione, tienes que estar seguro de que lo que vas a utilizar tiene una base real.
¿Cómo puedes documentarte leyendo novelas?
1. No te fíes
Lo primero que tienes que tener claro es que esto de la documentación pasiva es una forma de documentación auxiliar a la de toda la vida: las enciclopedias y los documentales siempre, siempre, van a ser más fehacientes que cualquier novela, película o serie. Porque en una novela lo que se cuenta es una historia, con unos personajes y una trama, y eso es lo más importante. La ambientación es algo secundario y, si tienes que hacer que tu historia y la Historia cuadren, en una novela vas a poder adaptar la segunda para que la primera tenga la coherencia que necesita. Por tanto, ten cuidado y no te fíes del todo. Sobre todo si te estás planteando ambientar tu novela en el Oeste americano y decides ver un Western como fuente de documentación.
2. Elige bien tu novela
Lo mismo de antes. El espía más famoso de la historia es James Bond, pero sus películas (y las novelas en las que están basadas) no me sirven para documentarme sobre la época de la Guerra Fría, aunque las primeras surgieran en esos años. ¿Que por qué no? Pues simple y llanamente porque no son realistas. La gente se despeina cuando corre y no hay más que decir.
3. No es lo mismo novela histórica que novela contemporánea
Probablemente hayas oído hablar de las fuentes de información primarias y secundarias. Y de alguna variante del juego del teléfono escacharrado. Aquí, lo mismo: si tienes que elegir, quédate con una novela que fuera escrita en la época que te interesa, aunque no sea del género que buscas, antes que con una histórica. Porque, igual que lo harás tú, el autor de esa novela histórica habrá tergiversado la realidad: por muy exhaustivo que quieras ser, es imposible que no dejes un poquito de ti en lo que escribes. Es más fácil no meter la pata con detalles como formas de preparar alimentos, por ejemplo, cuando los sacas de novelas en las que el autor también comía de esa manera.
4. Cuando leas, apunta
No digo que tengas una libretita, pero dobla las esquinas de las páginas en las que salga algo que te pueda interesar (o, ya puestos, alguna cita que te llame la atención). También puedes, por supuesto, tener una colección de marcapáginas o post-its e ir metiéndolos en el libro a medida que vas leyendo. Y, obviamente, si lees electrónico esto se simplifica bastante (incluso puedes usar Pinterest).
5. Quédate con lo importante
Como te digo, de una novela no vas a sacar, probablemente, la misma información que de un libro de historia o de un tratado sobre ropa de época. Puedes quedarte con una idea general, eso sí, de la forma de pensar de la gente, de su actitud hacia la vida, de sus tradiciones, de cómo trataban temas universales como el amor, la muerte, etc. Pero, sobre todo, puedes aprender cosas muy interesantes, como si estaba bien visto levantarse después de que saliera el sol, si había aguadores o la gente hacía cola delante de las fuentes o, quién sabe, tal vez descubras si en Berlín había lecheros en 1961 (aunque estoy segura a un 99,8% de que no).
Y, sobre todo, disfruta de la lectura. A escribir se aprende leyendo, además de practicando. ¿Por qué no te haces una lista de títulos que podrían ser interesantes para documentarte sobre lo que estés escribiendo y te marcas como reto leerlos todos? ¡Y también puede ser divertido intentar conseguirlos! Yo compré mi ejemplar de The spy who came in from the cold, usado (la portada está un poco dobladilla, eso es cierto), por 0.79€ en Amazon (sí, me costó más el envío que el libro en sí). ¿Y sabes qué es lo mejor de leer clásicos y libros antiguos? Que es muy probable que los encuentres a muy buen precio (y con historia) en librerías de segunda mano.
Ya sabes, si te ha gustado ¡compártelo! ¡Hasta el miércoles que viene!
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Aún estoy en proceso de «aprender a escribir leyendo» que quieras que no es más complicado de lo que parece, porque hay que fijarse más y hacer una lectura más profunda, así que la entrada me ha gustado mucho ^^.
Interesante especialmente este detalle: «quédate con una novela que fuera escrita en la época que te interesa, aunque no sea del género que buscas, antes que con una histórica.» Es muy cierto, pero son de esas cosas que a veces cuestan más.
Es cierto que leer como lector y como escritor son dos cosas completamente distintas, pero ambas son necesarias: es tan importante ser capaz de disfrutar leyendo como entender por qué disfrutas 😉
Y, bueno, siempre puedes leerte un libro que te haya gustado mucho dos veces, para analizarlo bien, igual que puedes leerte novelas históricas además de novelas contemporáneas. Todo suma.
¡Muchas gracias por pasarte y comentar!
Ha sido un artículo muy interesante, aunque yo sería incapaz de doblar o marcar páginas de un libro xD. Aun así, si quiero investigar tendré una libreta a mano (suelo tenerla)
¡Claro! También puedes utilizar post-its para señalar las páginas que te van interesando o meter muchos marcapáginas
/y esto es justamente lo que se supone que debo aprender a hacer yo en mi carrera así que QUÉ BIEN TE COMPRENDO. Me encantan estos temas, Dori. Este blog está lleno de sorpresas. ¡Un abrazote de calamar gigante, que me voy a cenar y tengo hambre!
Pues ya sabes, cualquier cosa que quieras y puedas aportar es bienvenida. ¡Seguro que todos aprendemos muchísimo de ti! Un besazo, querida.
(Para eso mejor vente a clase conmigo, dear. Ya te he dicho que el único aporte que podría hacer a este blog consistiría en una descripción precisa de cómo fregar un fregadero. Mejor te dejo a ti los cursillos, que se te da muy bien jijiji)