YA LO DECÍA EL propio David B. Gil, el autor de El guerrero a la sombra del cerezo: los detalles son muy importantes para la supresión de la incredulidad en la novela histórica, y leyendo este libro se siente todo muy, pero que muy real.
Empecé a leer este libro por recomendación de Blas Cabanilles en un comentario en este artículo sobre mis paranoias con los glosarios y las notas al pie de página. Lo cierto es que me encantó: me enganchó (y últimamente conseguir eso no es nada fácil), me descubrió un período histórico del que lo desconocía prácticamente todo (también me picó el gusanillo de ver algún anime de samuráis… ¿alguna sugerencia?) y me fascinó con la cantidad de detalles históricos que el autor ha sabido incluir sin caer en el tan temido infodumping.
El guerrero a la sombra del cerezo: los detalles en la novela histórica
El guerrero a la sombra del cerezo es una novela ambientada en un pasado lejano, por tiempo pero sobre todo por distancia. Lo cierto es que todo lo que sé de la historia de Japón se reduce a cuatro cosas que estudié en tiempos sobre la revolución Meiji, que la escritura ideográfica fue adaptada a partir de la que se utilizaba en China (y que además considero imposible de aprender) y, por haber leído hace años otro libro ambientado en el Japón feudal, que la batalla de Sekigahara fue importante. Punto.
Lo cual quiere decir que, como lectora ignorante, necesitaba mucha información para contextualizar la trama de El guerrero a la sombra del cerezo. Y David B. Gil, que sabe que hay muchos lectores como yo pululando por ahí por el mundo, a la espera de leer su novela, podría haber optado habernos soltado parrafadas infumables de infodumping contándonos cosas que, por muy interesantes que fueran, habrían destrozado cualquier historia.
(Menos mal que no lo hizo.)
En cambio, tomó una decisión muy acertada al enfocar sus atenciones en los detalles que dejan entrever un todo en lugar de transformar su novela en una enciclopedia camuflada que nadie habría querido leer. Por ejemplo, en la página 143, aparece este pequeño diálogo:
Una pregunta que me hacen muy a menudo a propósito de Cuando la luna brille (ya sabes, mi novela de vikingos) es la de cómo diablos me las ingenio para meter la documentación en mis novelas. Y la respuesta es huyendo del infodumping y tirando de show, don’t tell. Es decir, si sabes cómo era un banquete vikingo y qué se comía y cuánto duraban, en lugar de describirlo con pelos y señales (que, además, es algo que no se me da muy bien), pones a tus personajes comiendo. Más efectivo, sin duda, y bastante más elegante.
(Por ejemplo, mi queridísima María Vogel se basó en este fragmento de Cuando la luna brille para inventarse esta tarta vikinga con una pinta tan suculenta.)
¿Pero solamente podemos utilizar detalles cuando hablamos de comida? No, claro que no. Este es otro ejemplo sacado directamente de El guerrero a la sombra del cerezo:
Y con joyas como esta salpicadas por todo el libro, que además tiene toques de novela de aventuras, David B. Gil nos va mostrando mediante detalles bien colocados muchos aspectos de la sociedad en la que se ambienta su trama. Además, la novela tiene una estructura muy bien atada, que te deja un sabor de boca muy bueno cuando descubres el pastel (con las pistas muy bien repartidas para que no te parezca todo sacado de la manga). Sin hacer spoilers, por supuesto, debo decir que el desenlace me encantó y que apenas pude respirar durante la segunda mitad del libro, de las ganas que tenía de saber cómo terminaba la cosa.
Pero no vayas a creer que porque no esté lleno de infodumping el libro no está bien documentado (o que no refleja la sociedad de la época): ¡todo lo contrario! Ha sido una delicia leerlo precisamente porque me ha hecho sumergirme de lleno en ese Japón del que sabe tantísimo (y que, nuevamente, nos muestra a través de los detalles):
Fue al ponerme manos a la obra cuando constaté lo que ya sospechaba: la tarea iba a ser abrumadora. Primero, por la necesidad de documentar elementos cotidianos difíciles de contrastar desde aquí (la enumeración es interminable: desde el método para limpiarse los dientes con sal que usaban los japoneses, hasta el detalle de cuánto cobraba una prostituta de río, qué se servía en una posada de la ruta Tokaido o cuáles eran los nombres de pila habituales según la extracción social).
En este fragmento del artículo que David B Gil publicó en Zenda podemos ver que es de los míos: un friki de la documentación. Y, por supuesto, todo ese trabajo (y tiempo, imagino) invertidos en El guerrero a la sombra del cerezo se notan, y mucho, al leer la novela. No en vano la incluí al hacer mi estadística particular entre las tres mejores novelas que leí en 2017. Además, gracias a esta entrevista acabo de enterarme de que el autor ha publicado también un relato sobre las andanzas del maestro Ekei Inafune y no puedo esperar a tener un hueco para hincarle el diente.
Así que, con esta reflexión sobre una novela recomendadísima (¿y qué me dices de esa maña al escribir kanji de la foto de arriba?), reinauguro una nueva sección en este blog: le he añadido el apellido de análisis a mi antigua categoría de reseñas, para agrupar mejor entradas como esta, en las que hablo de mis lecturas pero desde mi punto de vista personal, que no deja de ser el de una escritora también de novela histórica.
Y con esto y un bizcocho (o unos croissants de almendra, como el último postre que nos trajo María Vogel), ¡hasta el próximo miércoles! Como siempre, si te ha gustado la entrada (o el libro) no te olvides de compartirla o de dejar un comentario, ¡y también puedes suscribirte a mi lista de correo para recibir cada actualización en tu bandeja de entrada!
- Europa después de Carlomagno - 11/11/2024
- Quién lee a un premio Nobel - 11/10/2024
- 9 novelas para empezar a leer literatura asiática | #marzoasiático - 21/02/2024
Tengo que darte las gracias por este análisis, Elena. Cuando uno trabaja en su obra se pregunta muchas veces hasta qué punto merece la pena tanto esfuerzo, si el lector percibiría esa obsesión por mostrar de forma fidedigna y entretenida un periodo histórico que te enamora. Tu texto me reconcilia con muchas horas de trabajo y de quebraderos de cabeza 😉 Y si me permites un último consejo para los aspirantes a escritor que lean tu blog: el truco está en mostrar solo lo que sea necesario para tu historia. El relato es el centro de la novela, y solo debes explicar aquello que sea necesario para que se entienda el relato que estás contando. Todo lo demás es distraer de tu historia al lector con información superflua.
¡David! Muchas gracias por pasarte, leer y comentar; ¡es un placer tenerte por aquí! Estoy totalmente de acuerdo contigo: es muy importante quedarse con la información importante y olvidarse de todo lo demás, por mucho que nos haya costado investigar. Y supongo que no todos los lectores leen una obra de la misma manera, pero seguro que hay por ahí muchos más como yo que sí se fijan en este tipo de cosas (y las admiran).
¡Un abrazo!
Estupendo análisis, Elena. El libro que has escogido es muy agradecido, eso es cierto, un magnífico ejemplo de documentación bien dosificada, y tu análisis destaca las principales técnicas para lograrlo. Enhorabuena y gracias.
¡Gracias a ti! El libro es una joya y disfruté muchísimo de su lectura, aún más porque me paraba a apreciar lo bien dosificada que estaba toda esa información. ¡Un abrazo!
Buen análisis, ya tenía ganas de leerlo (lo tengo comprado desde hace un par de meses, pero aún no he encontrado ocasión), y ahora tengo más.
¡Gracias por enlazar con mi artículo de la batalla de Sekigahara! 🙂
¡De nada! Seguro que la novela te encanta, ya verás 😉