El otro día encontré casualmente, a través de twitter, este artículo escrito por Heather O’Neill para Lit Hub: I Read One Hundred Books Just to Write One. O lo que viene a ser He leído cien libros para escribir uno.
Título que, si me conoces un poquito a mí y a mis aventuras como friki de la documentación, sabrás por qué me obligó a pinchar en el enlace. Porque Heather O’Neill es todo aquello que yo querría ser de mayor: lee un libro al día y, en sus propias palabras, compró un libro sobre un internado masculino en los cincuenta porque uno de sus personajes iba a un internado femenino en 1890.
El mejor artículo que he leído nunca
Cuando abrí este blog, a finales de 2015, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Me había leído cuatro tutoriales de SEO y me enamoré de Canva y de repente tenía un blog. Yo sabía de escribir novelas, no artículos.
(Quiero creer que he mejorado desde entonces, pero ya me dirás).
Con el paso del tiempo y la práctica, he descubierto un par de técnicas que me funcionan. Por ejemplo, he dejado de utilizar una libreta como calendario editorial desde que descubrí Airtable (porque si no menciono Pinterest y Airtable como mínimo una vez por artículo no me quedo a gusto). He aprendido lo que significa de verdad utilizar keywords. He dejado de obligarme a escribir un artículo a la semana. Y he reducido muchísimo el tiempo que empleo en escribir cada artículo.
Y es que resulta que me he dado cuenta de que todo me funciona mucho mejor si sé de antemano de qué voy a hablar, cómo lo voy a enfocar y qué puntos voy a tratar. Si me hago un guion, vamos.
La estructura
Normalmente el guion que utilizo es el siguiente:
- Historia personal: a santo de qué viene hoy este artículo.
- Tesis: de qué va mi artículo.
- Exposición: pues mi opinión y argumentos.
- Ejemplos.
- Autobombo, despedida, suscríbete, etc.
Que vale, que sí, que no he descubierto las Américas, porque es un guion bastante normalito y puede que esté influido por esa clase que tuve en la universidad de escribir artículos científicos (pero en plan relajado, que no nos vamos a poner aquí ahora a citar en formato APA).
Pero es que estaba leyendo el artículo de Heather O’Neill y reconocía cada punto de mi guion.
El contenido
Heather empieza contando una historia de su pasado, y luego se viene al presente y cuando llega a los ejemplos yo ya no sabía si reír o llorar de lo identificada que me sentía. Normalmente esto me pasa cuando leo ficción, no artículos. Leo artículos de todo tipo, de historia y marketing y literatura y cosas totalmente aleatorias que llegan a mis manos de pura casualidad. Y nunca me había encontrado con un artículo que podría haber escrito yo (aunque creo humildemente que mi prosa no llega al nivel de esta genialidad):
Quería capturar cómo era perder un bebé recién nacido […]. Entonces llegaron los libros de poemas para responder a la pregunta: ¿cómo metes un mundo en una frase? Leí un libro sobre patatas. Pensé que me ayudaría a escribir sobre la sordidez de ser un bebé nonato, no arrancado todavía de la tierra. Leí una comedia absurda francesa para imaginar cómo un genio puede hablar con un bebé al que acaba de dar a luz.
Heather O’Neill (traducido por mí)
No sé si yo he llegado a leer cien libros para escribir uno, pero sí que habré pasado cien horas documentándome. O más. Y muchas de ellas las dediqué a intentar descubrir si había lecheros en Berlín en 1961 (creo que no). Y a averiguar cuántos plátanos se comían en la RDA (spoiler: muy poquitos). Y a descubrir cosas varias sobre Coca-Cola. Vamos, que me documento hasta para escribir sobre personajes que van al baño (bueno, no, pero casi).
¿Ves por qué digo que es el mejor artículo que he leído? Me ha conmovido y me ha llegado, como si se estuviera dirigiendo a mí exclusivamente de entre todos sus lectores potenciales.
Y lo mejor del mejor artículo es su final, donde Heather nos redime a todos esos a los que nos da el tsundoku cada vez que entramos en una librería, por mucho que intentemos contenernos. Para escribir hay que leer, pero qué más da si sarna con gusto no pica.
¿Que para qué quería saber si había lecheros en Berlín en 1961? Pues para meterlo en mi novela, Esa nube tiene forma de oveja, que es maravillosa y estupenda y de la que puedes leer ya las primeras páginas antes de comprarla en digital o en físico (¡pídela en cualquier librería!):
(Si aún no te he convencido, échale un vistazo a este bookplay tan chulo que me hicieron desde Letrame)
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