¡Y CON ESTA VAN ya once entradas de Documentación Extrema! Lo cierto es que, cuando se me ocurrió la idea de ir contando paso a paso mi proceso de documentación, no pensaba ni que fuera a gustarme tanto compartirlo ¡ni que fuera a dar para tantos artículos! Son de mis favoritos del blog, así que te animo a echarles un vistacillo al resto: hay de todo tipo de temas, desde comida a trapecistas, pasando por la televisión ¡y viajes en tren!
Pero, curiosamente, todavía no le había dedicado una entrada de Documentación Extrema a los vikingos. Entre otras cosas, porque escribí mi novela Cuando la luna brille (que, efectivamente, va de vikingos) hace ya algunos añitos y ese proceso de documentación comenzó y terminó antes de que abriera este blog. ¡Pero eso no quita que no me documentara! De hecho, fue un proceso bastante exhaustivo: quizás no tanto como el que he llevado a cabo para mi novela ambientada en la Guerra Fría (creo que me vuelvo más friki de la documentación a cada año que pasa), pero leí mucho sobre la cultura vikinga en su momento. ¡Porque se trata de una forma de vida muy distinta a la nuestra! Y es sobre toda esa información que recabé en su momento sobre la que baso las presentaciones de Cuando la luna brille (que, por cierto, tiene postre): de una forma participativa, intento que todos aprendamos un poquito más sobre los vikingos y sus costumbres (y, de paso, hablo también un poquito sobre mi libro).
Así que, como este viernes día 9 voy a dar una pequeña conferencia-presentación sobre vikingos y Cuando la luna brille en la Biblioteca Santa Ana de Badajoz, aprovecho y te cuento un secreto sobre vikingos.
Resulta que la idea que todos tenemos sobre los vikingos está equivocada. Lo siento, pero los vikingos no eran así. Aunque, sí, en su mayoría eran señores forzudos, rubios y altos (aunque también había vikingos delgaduchos y vikingos morenos y vikingos bajitos), atención, los vikingos no llevaban cuernos en los cascos.
Los cascos de los vikingos no tenían cuernos
¿Qué?, te preguntas. Te estoy oyendo desde el otro lado de la pantalla y ¡lo sé! ¡El mundo entero nos ha mentido durante años! ¿Nos tenían engañados?
Sí, nos tenían engañados. Porque los vikingos llevaban cascos, que para eso eran señores que se dedicaban a la guerra y a saquear y, en fin, tenían armaduras y cosas para no morir con la primera flechita que se les clavara, pero ¡eran cascos normales y corrientes!
Medievales, claro, como el de la imagen de la izquierda (en esta infografía de la web La Hispania de los Vikingos tienes un par de ejemplos más). ¡Pero sin cuernos!
Y, entonces, ¿por qué nos han vendido durante tantísimo tiempo y desde tantas fuentes tan diversas que los yelmos de los vikingos llevaban cuernos? ¿Es culpa de Hollywood, de los cómics…?
¡Pues no! Resulta que, en la época del Romanticismo (que, como recordarás de esas clases de historia y/o lengua del instituto en las que estoy segurísima de que prestabas mucha atención, aparte de caracterizarse porque la gente estaba un pelín obsesionada con la muerte y las cosas tétricas, también fomentó los nacionalismos y el redescubrimiento de la Edad Media), un señor sueco llamado August Malström, al ilustrar unas traducciones de un poema épico islandés del siglo XIV (La Saga de Frithiof), les puso a los vikingos unos cuernos muy apañados en el casco. Parece ser que la intención era pintar a los vikingos como seres todavía más aterradores de lo que lo fueron, identificándolos con el mismo diablo (¿qué, si no, eran para los pobrecillos cristianos ingleses que se refugiaban en los monasterios y las iglesias pensando que los vikingos no se atreverían a entrar allí?), ¡y la cosa cuajó!
De tal manera que prácticamente en todas las representaciones posteriores de los vikingos estos aparecen con cuernos en la cabeza (para lo que sí que utilizaban cuernos vaciados era para beber, por cierto). Excepto, quizás, la de la foto de la cabecera, que por si te lo estás preguntando es una estatua que han puesto en el Pabellón de Noruega de Disneyworld, en Florida (está dedicado a la peli de Frozen).
Si quieres saber más sobre esto de los cuernos, puedes leer este artículo tan completo al respecto de Laia San José, que además lleva el blog sobre vikingos The Valkyrie’s Vigil (recomendadísimo, por cierto). ¡Y también he dejado algunos enlaces que me he ido encontrando mientras investigaba en mi tablero de Pinterest dedicado a Cuando la luna brille! (Como siempre, cualquier cosita que quieras añadir puedes contármela en un comentario ¡y también te animo a compartir la entrada si te ha gustado!)
Y, por supuesto, te invito a que te pases el viernes 9 de junio a las 18:30 por la Biblioteca Pública Municipal Santa Ana de Badajoz, en la Sala de Adultos, para aprender más cositas sobre vikingos ¡y para hablar sobre Cuando la luna brille! ¡Hasta el viernes!
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No lo has podido explicar mejor. Sin duda el trabajo de documentación previa, cuando se trata de una novela histórica, es el punto de partida sobre el que construir una historia creíble, ambientada en un mundo real, aunque lejano en el tiempo.
Me encanta tu «documentación extrema», felicidades!
¡Hola! Bienvenido ¡y muchas gracias por tu comentario! La documentación es muy importante en todos los géneros, pero especialmente en la novela histórica. Coincido totalmente contigo en que es lo que hace que las historias les parezcan cercanas a los lectores, aunque estén ambientadas en realidades completamente diferentes a las suyas. ¡Un abrazo!