TU ESTILO COMO ESCRITOR es algo que debes ir buscando y probando a lo largo del tiempo, cultivando muchas patatas y viendo qué funciona para ti y qué no. Habrá cosas que se te den mejor o que te gusten más (en mi caso, los diálogos) y cosas en las que tengas que trabajar a fondo para mejorar (para mí, las descripciones), pero por lo general puedo decirte que es complicado que escribas hoy peor que hace dos años, así que cuanto más practiques mejor lo harás.
Aunque con el tiempo encontrarás cierta uniformidad en tus escritos (porque al fin y al cabo tú eres tú y te expresas de una determinada manera), puedes utilizar recursos de estilo para hacer que cada novela o relato sea único.
Una forma sencilla de reforzar el simbolismo en tu novela: el vocabulario
La forma en la que escribes cada historia tiene que ser una decisión consciente: es una de las razones por las que te recomiendo pensar un poco en el argumento, en lo que quieres contar y, sobre todo, transmitir, antes de lanzarte a la piscina. Por ejemplo, si decides que te conviene utilizar un narrador en primera persona, debes adaptar tu vocabulario y las construcciones gramaticales para construir de forma creíble ese personaje que está contando la historia (empleando uno u otro registro dependiendo del contexto histórico en el que vive el personaje, de su educación y clase social, de su edad, etc). Pero también teniendo en cuenta qué tipo de novela estás escribiendo y si tu estilo se adecua a su género (¿no crees que para la escena climática de tu thriller, en la que por fin tu protagonista se enfrenta al asesino, son mejores frases cortas y contundentes que larguísimas subordinadas cargadas de vocabulario barroco?)
En un intento que hice hace algunos años de escribir una novela distópica, utilicé mucho el significado de los colores para reforzar lo que la protagonista sentía en cada momento: cada capítulo de la novela llevaba por título un color (por ejemplo, el primero era blanco porque la protagonista había perdido la memoria) y, durante todo ese capítulo, no se mencionaba ningún otro color en las descripciones. Puede parecer un detalle insulso (de hecho, es un recurso que pasa bastante desapercibido), pero precisamente en eso reside su fuerza: el lector no es enteramente consciente de que estoy manipulando su percepción de la historia a través de la metáfora del color. De hecho, la psicología del color es un tema bastante interesante sobre el que te animo a leer más, porque puede ayudarte a enriquecer enormemente tus textos.
(Este es un pedacito de dicho proyecto, para que veas a qué me refiero. Por si te lo estás preguntando: el género distópico no es lo mío y, en realidad, la única razón por la que escribí esto fue porque soy tan friki de la documentación que sabía que, a menos que me inventara la ambientación desde cero, no iba a ser capaz de no investigar obsesivamente hasta el más mínimo detalle. Así que, sí: esta novela es una patata, pero le tengo cariño aunque a día de hoy solo salvaría esto de los colores).
Hasta ahora, Von nunca ha mencionado antes ese concepto. Intento imaginar cómo puede ser, pero mi mente está tan en blanco como la habitación que ambos estamos a punto de abandonar. Con cuidado, la mano de Von gira el pomo y empuja la puerta.
—¿Querrías oír una de esas canciones? Pocas personas las conocen, y serías toda una privilegiada. Aunque, por supuesto, tendrías que ser discreta: no es algo de lo que uno vaya alardeando por ahí.
El pasillo, largo y blanco, se abre ante nosotros. Hay muchas puertas como la que acabamos de cruzar. Y allí, al fondo, se ve una puerta diferente. Más grande. También blanca.
La salida al Exterior.
Reforzar el simbolismo de tu novela mediante vocabulario relacionado con una metáfora potente es lo que hace también, por ejemplo, Anthony Doerr con la luz y el conocimiento en La luz que no puedes ver. ¿Sabes de otros ejemplos en libros famosos? ¿Utilizas este recurso en lo que escribes? ¡Cuéntamelo en los comentarios!
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Hola, Elena: enhorabuena por este blog que cuidas con tanto mimo.
No recuerdo haber leído ningún libro que recurra al color como forma estética vinculada a la narración, pero sí una peli: la trilogía de Kieślowski, «Tres colores: azul» (y las dos posteriores con el mismo antetítulo seguido de «rojo» y «blanco»). «Azul» narra el pasado, la pérdida y la tristeza de la prota; «rojo» transcurre en el barrio rojo de París (Pigalle, Moulin Rouge); y «blanco» queda asociado a jolgorio, felicidad y alegría. Para mí, una obra maestra que si no has visto te recomiendo.
Tomo nota de «La luz que no puedes ver». Es la tercera vez que me lo tropiezo y debe ser que me busca. Veré de hacerlo antes de que caiga la manzana del árbol con el título impreso y me dé en la cabeza.
¡Saludos!
¡Hola, Marian! Pues no conocía las películas así que me las apunto porque este tema me parece fascinante
Me ha gustado mucho la entrada. Me gusta eso de utilizar el simbolismo y recurrir a él a lo largo de una novela, creo que puede ser muy chulo el efecto. Me apunto La luz que no puedes ver.
Un beso 😉
¡Me alegro de que te haya gustado! Estoy de acuerdo: si se hace bien, el simbolismo es una gran forma de enriquecer una novela. ¡Gracias por tu comentario!