No sé tú, pero yo a estas alturas de la vida sería casi incapaz de vivir sin el Ctrl+F para buscar cosillas en internet. Word tiene su propio buscador, aunque un poquito más completo y con bastantes más funciones de las que parece a simple vista: puede facilitarnos mucho la vida cuando trabajamos con un documento extenso, tanto mientras estamos escribiendo como más adelante, a la hora de corregir.
Nunca pensé que fuera a ponerme a hablar de arquitectura en este blog, pero la vida da muchas vueltas y lo que no mata, engorda.
Una lista de cinco recursos terriblemente sencillos y al alcance de todo el mundo para documentarse a la hora de escribir.
Gestionar la información en la novela histórica (y en cualquier otra novela) no es fácil: es especialmente tentador contar demasiado, dar detalles innecesarios y explayarte hablando de todo eso que has descubierto documentándote y que, claro, a ti te parece fascinante, pero no lo es para el lector. Y también es fácil (sobre todo si te pareces un poco a mí) quedarse corto y suponer que el lector te sigue incluso aunque no le hayas dado las pistas necesarias para que recorra contigo el camino.
Muchas veces utilizo las historias que leo y/o escribo para lidiar con mis problemas. De hecho, cuando estoy muy estresada y la ansiedad me puede, suelo ponerme una peli de llorar, porque me tranquiliza pensar que esos personajes que han vivido tal o cual tragedia lo han pasado bastante peor que yo con mis preocupaciones nimias (que suelen ser problemas típicos de primer mundo, además). Es un mal de muchos, consuelo de tontos pobremente disimulado, pero a mí me sirve para relajarme y ver las cosas con perspectiva.
¿Sabes qué es la documentación pasiva?
Televisión, censura y compatibilidad de sistemas a ambos lados del Telón de Acero: documentación extrema para mi novela «Esa nube tiene forma de oveja».
