NO, ESTO NO ES UNA ENTRADA de los Postres Literarios. Se le parece un poco, pero siento desilusionarte: no habrá más recetas hasta el mes que viene. A cambio (y aunque sé que no se le puede comparar) lo que te traigo hoy es una de mis reflexiones/apuntes relacionados con la documentación que estoy llevando a cabo para la novela que he terminado de escribir hace poco y que estoy corrigiendo (sí, esa que no paro de nombrar y que está ambientada en la Guerra Fría).
Resulta que toda la historia transcurre en Alemania (cuando no se llamaba simplemente Alemania, se entiende) y que mis personajes hablan alemán (aunque hay un par de ellos que lo hacen en DGS, pero eso es otro tema); como solución a un problema que se me planteaba a la hora de meter de vez en cuando algunas palabras en alemán en medio del texto en español (porque no tenía muy claro cómo explicar el significado de esas palabras sin romper el ritmo de la narración, o si no sería mejor buscarles un equivalente en castellano aunque no fuera del todo exacto), he optado por incluir notas al pie cada vez que aparece una palabra extranjera, con la consiguiente explicación (es una solución que sigue sin convencerme del todo, porque al fin y al cabo sí que corta el ritmo de lectura… si se te ocurre una alternativa, ¡no dudes en dejarme un comentario!). Ya, ya sé que la foto de arriba es de panes y que se supone que he venido a hablar de comida: es que, revisando unas cosas y otras, me he dado cuenta de que, si agrupo las 73 notas al pie que he incluido en el primer borrador de la novela por categorías, la más amplia es la de la comida. De hecho, como enredar en Excel es mucho más divertido que estudiar, he hecho este gráfico tan mono para que veas que a veces me da por escribir insultos en alemán (puedes ampliar haciendo click en la imagen):
Y ya que la categoría Otros engloba mayormente frases hechas y expresiones del tipo tschüss (adiós informal) y que la comida y los términos militares son los que más quebraderos de cabeza me están dando (en cuanto a documentación), he decidido escribir esta parrafada sobre alimentos alemanes (no descarto hablar más adelante del ejército, si es que consigo aclararme las ideas al respecto en algún momento).
¿Qué comen mis personajes?
Pues, principalmente, dulces. De los 14 apuntes sobre comida, la mitad son postres. Esto puede deberse, por una parte, que mis personajes son unos golosos incorregibles y, por otra, a que uno de los escenarios habituales de la acción es una pastelería. Por tanto, empecemos por el final y vayamos directamente a los postres:
Apfeltaschen y Käsekuchen
Para estos no tuve que buscar nada en ningún sitio: en el momento en el que decidí ambientar la novela en Alemania supe que tenía que incluir estos dos postres. El primero es una empanada de manzana parecidísima a los apple turnovers (y que yo, cuando vivía en Alemania, compraba a pares en las pastelerías). Y el segundo, lo que todos conocemos por tarta de queso. Quería mencionarlos porque, aunque no tuve que documentarme mucho sobre ellos (¿cuentan las degustaciones como documentación?), en realidad las Apfeltaschen y los Käsekuchen me recuerdan muchísimo a los dos protagonistas de mi novela. Y, claro, me hacía ilusión.
Kekse y Plätzchen
Los dos son galletas, aunque las segundas solo se comen en Navidades. En realidad, la única diferencia entre la palabra Kekse y la palabra Plätzchen es la forma de las galletas (lo típico: muñequitos de jengibre y abetos decorados) y la época del año en la que se hacen. Esto, casualmente, lo aprendí en una clase de alemán en la que nos dedicamos a cantar villancicos (clase que, por supuesto, no fue ahora sino en diciembre).
Pfannkuchen
Esto es la famosísima berlina o berlinesa, que tiene un nombre diferente según el sitio al que vayas. Mi primer contacto con este dulce no fue en Alemania sino en Portugal, donde se llaman bolas de Berlim y van rellenas de crema pastelera (y están riquísimas, por cierto). En el este de Alemania (donde yo vivía) se llaman simplemente Pfannkuchen (algo así como pastel de sartén). Lo vi una vez en una pastelería y lo pedí: mi sorpresa fue mayúscula cuando en vez de crema pastelera fue mermelada de fresa lo que me encontré dentro (y la mermelada no es que me guste mucho, la verdad). Mi labor de documentación se limitó en este caso a no volver a comprarlo y a aclararme con el nombre, porque la gracia es que en el sur de Alemania y Austria se llaman Krapfen; en el oeste, Kräppeln; y al norte (pero no en Berlín), Berliner Pfannkuchen. Ah, y a enterarme de que tradicionalmente se comía solo en ocasiones especiales, como Nochevieja o Carnaval.
Sobre los dos postres que me quedan, los Nussecken (pastel de nueces) y la rote Grütze (como una especie de jalea de frutos rojos) no puedo dar mucha más información, porque me limité a buscar postres típicos de Berlín en sitios como este (lo mismo que hice con el Pumpernickel, que es un tipo de pan, y las Klöpse, que son como albóndigas).
El resto de salados que he mencionado en la historia son:
Wurst
Esta palabra es fascinante porque literalmente significa salchicha (y sobre los tipos de salchichas que hay en Alemania mejor no voy a hablar porque me daría para una entrada entera. Permíteme que me regodee recordando lo perfectos que eran los jueves que ponían Currywurst en la cafetería de la facultad), pero nosotros en español distinguimos entre las salchichas y el embutido y los alemanes, no. Así que Wurst también es la palabra genérica que engloba todos los tipos de mortadela, jamón cocido y hasta lomo importado de España (confieso que una vez compré un paquete).
XD con pimentón de la vera 😎 pic.twitter.com/Ppkz5rrOYt
— Babi Dorotina (@dorypop) 11 de mayo de 2015
Sauerkraut
A mí es que a esto llamarlo chucrut simplemente no me sale. Porque nunca en la vida lo he comido en España (ni siquiera lo he visto por aquí, la verdad): es una guarnición que los alemanes le echan prácticamente a todos los platos y que está hecha con repollo fermentado.
Gulasch
Este estofado, en realidad, proviene de Hungría, pero aparentemente el gulyás húngaro (que por lo visto se hace con carne de caballo) no se parece en nada a la variante alemana. O eso me han dicho, porque solo he podido probar esta última: por si te estoy abriendo el apetito, te dejo por aquí una receta que tiene una pinta estupenda.
Termino ya este viaje apresurado por la gastronomía alemana mencionando, aunque sea de pasada, las bebidas. Aparece bastante la cerveza en mi novela (también tiene un papel destacado en Cuando la luna brille), así como mucho café. De hecho, un punto interesante en el que quiero profundizar un poco más ahora en esta fase de corrección es la llamada Crisis del Café del 77. ¿Sabías que, para reducir el gasto de divisas occidentales que el gobierno de la RDA tenía en importaciones de café, de un día para otro dejaron de vender café normal y lo sustituyeron por una mezcla de café y achicoria, centeno y remolacha (Mischkaffee)? Aparentemente la idea no cuajó del todo: la mezcla esta no estaba lo que se dice muy buena y a los pocos meses volvió a importarse café del oeste.
Lo más probable es que, al corregir, me dé por añadir detalles y algún otro plato termine apareciendo (o, por el contrario, quizás quito escenas en las que se mencionan postres y desaparecen en el olvido). Me quedé con ganas de hablar de Apfelmus (compota de manzana) por algún sitio, así que no descarto que las 73 notas al pie se conviertan en 80 o más.
Y, dime, ¿has probado alguno de estos productos típicos de Alemania? ¿Sabes hacerlos? ¿Tú también estás corrigiendo un borrador? ¿Odias la documentación? Cuéntame todo lo que se te ocurra en los comentarios ¡y no te olvides de compartir la entrada si te ha gustado (o, por lo menos, si te ha entrado hambre leyendo)!
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Creo que nunca me he parado gran cosa a fijarme en las comidas que aparecen en las novelas -salvo si de dulces o de banquetes encantados se trata, claro está, porque si cuando estás leyendo te encuentras una tarta flotante lo lógico es que te pares a admirarla-, pero con todo el esfuerzo que les estás dedicando creo que a partir de ahora voy a buscarlos siempre en cada libro que caiga en mis manos. Y QUE NO DUDES QUE LES SACARÉ ALGÚN SIGNIFICADO OCULTO A TUS DULCES, QUERIDÍSIMA. Tal vez el apfeltaschen es la clave de todo el Berlín de la Guerra Fría. He dicho. Bueno, todo tan interesante como siempre. Me parece fascinante tu proceso de documentación y me impresiona a qué limites llegas por encajar las piezas. De esto tenemos que hablar en otro momento más a fondo, que ya sabes que a mí todas estas cosas me encantan. ¡Y muchísima suerte con la corrección de tu nueva novela! Estoy segura de que cuando le pongas el punto y final cobrará verdadera luz y vida.
¡Un abrazote de chinche amarilla!
En realidad, creo que Mary te agradecerá más que yo que encuentres dulces en los libros