CUANDO EMPIEZO A TRABAJAR en una nueva novela, normalmente no tengo todas las piezas. De hecho, al principio suelo tener solo una pequeñísima parte de la historia, o un personaje, o simplemente una ambientación. No conozco a nadie que haya tenido una idea («oye, pues estaría guay tener un personaje que quiere ser piloto de aviones pero le dan miedo las alturas») y, al segundo siguiente, tenga toda una novela de 845 páginas planificada y estructurada perfectamente, con siete subtramas y un estupendo trasfondo de superación (¡y hasta varias capas de simbolismo!). En una buena novela te encuentras todas esas cosas, pero lo normal es que el escritor tenga que currárselo un poco y tirar del hilo para que un elemento lleve al otro y, al final, todo cuadre.
¡Y parece fácil, pero no lo es! Porque, vale, tienes tu personaje (hasta, si me apuras, con un arco trágico medio apañado, porque claramente va a tener que superar su miedo a las alturas para conseguir su sueño y aprenderá mucho por el camino, etc), pero ¿qué más? ¿Cuál es el contexto? ¿Por qué quiere ser piloto? (Y esta es una buena pregunta: tienes que darle una razón lo suficientemente fuerte o toda tu historia se vendrá abajo). ¿Quién lo va a ayudar? ¿Quién se va a interponer en su camino (¿y por qué?)? ¿Qué más pasa en su vida cuando no está pensando en cumplir su sueño? ¿Qué quieres contar tú realmente con esta historia?
Te haces mil preguntas y empiezas a responder poquito a poco, pero con cada respuesta te surgen otros tres problemas: vale, el chaval quiere ser piloto porque se lo prometió a su padre en su lecho de muerte (si encuentras una razón más original, o al menos una forma original de presentarla, bonus para ti), pero ¿por qué a su padre le importaba todo aquello? ¿Hay alguna razón racional detrás del vértigo del chico? ¿Por qué murió el padre? ¿Quién crió al muchacho?
Y, vale, llega un momento en el que más o menos tienes tu historia montada (la secuencia cronológica de las cosas que pasan), pero ¿cómo la vas a contar? ¿Por dónde empiezas, quién es el narrador? ¿Cuánto sabe este narrador? (En realidad, yo quería hablar hoy de ironía dramática, pero no he conseguido encontrar un enfoque para el tema que me satisfaga). Además, si eres como yo, tendrás un dossier de ochenta páginas, varios tableros de Pinterest y una carpeta desorganizadísima en tu escritorio con enlaces varios de documentación sobre aviones y pilotos (y probablemente algún que otro artículo sobre fobias y psicología).
Entonces, te plantas y dices: venga, voy a hacer la escaleta. Y empiezas a organizar escenas y buscas puntos de giro y metes algún que otro villano para que la cosa tenga más emoción, hasta que te atascas y le das vueltas y luchas un poco contra viento y marea hasta que encuentras una solución (que no suele ser perfecta y te vuelves a atascar y vuelves a luchar y repites el ciclo unas ochenta veces).
Y, por fin, una mañana te levantas y piensas: «¡hoy es el día!». Abres un documento nuevo y limpito de Word y empiezas a escribir tu novela. Y, por un tiempo, todo va bien. Avanzas rápido, te marcas quizás algún objetivo diario de escritura, y estás satisfecho con el resultado… hasta que relees las dos últimas páginas y te das cuenta de que estás escribiendo una patata y de que deberías mejor ocupar tu tiempo en otra cosa más productiva porque lo que es escribir parece que no es lo tuyo. Lo peor es que esto no te pasa una o dos veces, sino prácticamente cada día que te pones a escribir (especialmente si estás en una parte de la trama que no te convence mucho o que te cuesta). ¿Te suena?
Cómo superar la crisis de mitad de novela
A mí me pasa siempre. ¡Siempre! Al principio todo va viento en popa: me encanta la idea y me creo los personajes y la escritura fluye… hasta que deja de hacerlo. Y, más o menos, en ese punto es en el que estoy ahora. Llevo varios meses con rachas bastante irregulares de escritura: atracones y después días y semanas de vacío y, ahora, cada vez que intento ponerme con el documento, me bloqueo leyendo las últimas líneas y mirando el contador de palabras que no crece.
¿Y qué puedo hacer? Bueno, lo primero es identificar las causas del problema: en mi caso, la falta de una rutina fija de escritura, de un hábito diario, me está pasando factura. No me siento en la obligación de ponerme a escribir pero, si no me pongo, no voy a sacar nada. Además, la escaleta que tenía ha resultado no ser de gran ayuda, porque los avances en la trama iban a un ritmo que, cuando me he sentado a escribir, me ha parecido demasiado apresurado para ser coherente con la psicología de los personajes. Y, para rematar el asunto, como veía que no avanzaba he decidido dejar el proyecto un poco aparcado y concentrarme más en corregir otra novela, así que ahora que tengo eso casi terminado estoy viendo que me cuesta muchísimo volver a esta.
Pero, como digo, no es la primera vez que me pasa. Y no es de las peores veces (al fin y al cabo, esta es una historia que sé que quiero escribir), así que voy a intentar salir del bache. ¿Cómo? Pues, para empezar, poniendo de mi parte. En cuanto termine con la corrección de mi otra novela (porque después de todo estar a ochenta cosas a la vez solo hace que te salgan todas mal) voy a fijarme un objetivo diario de escritura. Todavía no he decidido cuál será (quizás las 700 palabras diarias que me marqué el año pasado sean un poco ambiciosas, dadas las circunstancias), pero quiero cumplirlo. Y, como ya he hecho otras veces, voy a seguir adelante. ¿Que hay cosas en lo que ya está escrito que no encajan? Ya las arreglaré. ¿Que tengo que cambiar la escaleta y el plan original? Se cambian, pero no voy a ponerme a reescribir ahora lo que haya que modificar: todo eso lo dejaré para la fase de corrección. Y, si veo que nada de esto funciona, siempre puedo saltarme un par de escenas para escribir alguna que de verdad me apetezca, para desbloquearme, y volver a ello más adelante (o entretenerme con alguna manualidad que me haga recuperar la ilusión por la historia ).
¿Tú también te has encontrado con la crisis de mitad de novela? ¿Has conseguido superarla? ¿¡Se te ha juntado con la crisis de los cuarenta!? Por mi parte, esto es todo de momento. ¡Hasta la semana que viene!
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¡Hola de nuevo! Dios, tenemos una forma de trabajar y de pensar muy similar (tanto que me asusta). También tengo sobre mi mesa miles de páginas impresas sobre artículos de psicología, documentos de la CIA, de sociólogos… Libros, enciclopedias… ¡Todo lo que sirva! jaja
Me gustó mucho el tema de la entrada de hoy porque me pasa y me ha pasado. La primera vez decidí dejar por completo mi obra, y ahora que tengo una nueva me hago la fuerte para terminarla (porque me emociona escribirla y quiero saber cómo terminará). Adoro hacer escaletas, creo que es lo mejor que uno puede hacer en estos momentos; sin embargo, no estancarse en eso y también hacer que otra persona lea lo que llevas escribiendo, simplemente porque además de felicitarte, puede ver detalles que a nosotros como escritores se nos pasan por alto de tanto estar con el escrito.
<3 Saludos
Sí, tienes razón. A veces necesitamos un pequeño empujoncito para seguir adelante. ¡Y entiendo perfectamente la abundancia de materiales sobre la mesa! A veces tanto que agobian…
¡Me encanta que pensemos de manera tan parecida! Un placer, como siempre, leer tus comentarios. ¡Espero verte por aquí de nuevo muy pronto!
Parece que hayas escrito este artículo espiándome por un agujerito… No sabría decirte las novelas que tengo estancadas en la mitad… Sin exagerar, creo que tengo unas siete novelas empezadas y abandonadas a mitad. Me pasa muchísimo, yo tengo mi propia teoría y es que soy un velocista; me encanta escribir relatos y lo hago bien y rápido. El problema llega cuando tengo que escribir novelas de mayor extensión… Tengo comprobado que mi barrera suele estar en las 100 páginas más o menos.
Por otro lado tengo la suerte de que, aunque pase un año, cuando retomo el texto no me cuesta meterme otra vez en la historia y más o menos arranco rápido.
En fin, espero que acabes esa novela y que no te cueste reengancharte. Yo he aprendido a saltar de escena en escena, casi nunca escribo de forma lineal y me funciona bien, mis dos últimos proyectos los he escrito así, a saltos, el mayor problema viene en la fase de corrección que tienes que fijarte bien por si se te ha ido la cabeza…
¡Suerte! Un saludo!
Ay, pues qué envidia me das con eso de que te resulta fácil reengancharte. La verdad es que, al paso que voy, me tendré que pasar a tu método y empezaré a escribir a saltos lo que me vaya apeteciendo…
Muchas gracias por tu comentario. ¡Saludos!
No sé como he llegado hasta aquí pero he llegado. Quizá porque esté escribiendo mi primera novela. Me he sentido reflejada entonas tus palabras. Me siento totalmente bloqueada y eso que voy ya casi por más de la mitad. Realmente creo que lo más difícil de escribir es que al final es una especie de duelo contra ti mismo. SE necesita mucha autoestima para sobre vivir.
A veces la solución está en tomarse un descanso. A veces, en insistir y seguir intentándolo hasta que rompes el bloqueo. Es este un proceso largo, y muchas veces como dices la clave está en saber superar los obstáculos que nos ponemos nosotros mismos. ¡Ánimo!
Exáctamente lo que me pasó con La vara de serbal y lo que me está pasando ahora con Bajo las pieles del lobo, del cual tengo cubierta aproximadamente la mitad del esquema principal. ¡Gracias, me has dado al menos ganas de ponerme a escribir ahora mismo!
¡Objetivo conseguido, entonces! Mucho ánimo con esos proyectos ¡y a salir del bache!
Una cosa que me he acordado que hice con La vara de serbal y que me sirvió de bastante ayuda fue coger una libreta y comenzar a leer desde el principio hasta donde tenía escrito, apuntando todas las incógnitas, insinuaciones, cabos sueltos, cosas que tienen que pasar y que no han pasado todavía… Como mi metodo se basa en hacer un esquema general que me dice mas o menos en qué dirección ir, sin hacerle mucho más caso, descubres en muchas ocasiones que la solución a muchas dudas ya está en el texto
A veces, sí. Depende de cuál sea la causa concreta del bloqueo, pero si es por problemas de planificación/trama, definitivamente hay que leer lo que ya se tiene y partir desde ahí.
Hola, Elena.
La rutina del escritor me parece algo muy necesario, pero como siempre, esto de la creatividad tiene sus dos caras. Y algo que puede jugar en contra, es la dificultad de plasmar en palabras lo que está en nuestra imaginación (algo así como tratar de dibujar exactamente algo totalmente imaginado).
A eso podría sumarle que la mitad de la novela suele ubicarse en el segundo acto, que es el momento que más problemas narrativos trae. No se puede pasar de un salto al final, pero tampoco hacerlo tan distendido que aburra. Pero creo que una meta diaria pequeña, digamos unas 200 o 300 palabras, puede ser un buen método para que la creatividad fluya y avanzar sin tantos tropiezos.
¡Un saludo!
Las metas diarias son muy buenas para fijar rutina… ¡si somos capaces de cumplirlas! Yo personalmente tengo que aplicarme más en este aspecto, ¡porque siempre termino abandonándolas!
Aunque coincido contigo en que la mitad de la novela es de las partes más problemáticas… Precisamente porque no tenemos esa euforia del principio ni se ve todavía la luz al final del túnel del desenlace.
En fin, la cosa es no rendirse.
¡Muchas gracias por tu comentario!
Hola! Acabo de descubrir tu blog ahora mismo, y no sé si ha sido el destino el que me ha traído directamente a esta página, porque es una crisis por la que paso CADA VEZ que empiezo una historia. De verdad, me he sentido tan identificada con lo que comentas, que no sé ni qué decir.
Por supuesto, estoy de acuerdo en que fijarse una rutina es básico para no estancarse, pero a veces, por mucho que te sientes ante el ordenador o el papel o lo que sea, parece que no vas a ninguna parte. Al menos, a mí me ocurre.
Pero bueno, hay que seguir trabajando y no dejar que la frustración nos detenga, porque por mucho que duela esto es lo que nos gusta, ¿no?
Muchas gracias por tu artículo. Nos veremos a menudo partir de ahora 😉
¡Un abrazo!
¡Hola! Encantada de tenerte por aquí ¡y espero que consigas salir de esta pequeña crisis! Como dices, lo importante es no rendirse y no dejarse vencer por la frustración. ¡Mucho ánimo!
Me he visto bastante identificado en tu comentario, especialmente en lo de abandonar la novela a mitad. Después de algo más de tres años y medio, hace unos meses acabé finalmente de escribir mi primera novela, revisarla y dejarla a punto (450-500 páginas que han sido un tormento). Durante ese tiempo, he tenido épocas de no escribir nada, y otras de escribir y sumergirme hasta el punto de levantarme un domingo a las ocho a escribir. No diría que he tenido la crisis de la mitad de la novela, porque la verdad es que crisis he tenido unas cuantas. Cosas que quizá te ayuden:
– No te obsesiones con el número de palabras. En más de una ocasión acabé escribiendo párrafos que luego me di cuenta de que sobraban, y que escribía solo por subir el contador. Tu historia necesita las palabras que necesita, ni más ni menos. Primero ciérrala, y luego ya verás si te hace falta alguna subtrama para darle algo más de extensión (por criterios comerciales).
– Mejor que un límite diario de palabras, ponte un límite de tiempo. Sentarte a planificar la próxima escena también es trabajar en la novela, aunque no escribas una palabra.
– En mi caso, entre los periodos intensivos podían pasar varios meses, por lo que me ayudaba releer lo que había escrito y (pecado) editar el texto. Eso me ponía en contexto y me creaba la necesidad de seguir escribiendo. Sí, es cierto que pierdes mucho tiempo hasta que llegas al momento de volver a escribir, pero puede que te sirva.
– No te obsesiones demasiado. He pasado por momentos en los que pensé que jamás acabaría la novela. Luego, que no acabaría la primera revisión. Luego, que no acabaría la segunda. Y así. Ten fe en ti misma. Dedícale un poco de tiempo al día, un poco de tiempo el fin de semana, y pasito a pasito verás cómo se va cerrando. Y a pesar de todo lo que dicen por ahí, lo que lees en muchos blogs, si una semana no escribes, ponle solución, pero no te fustigues. Todos tenemos momentos de duda, o de bajones anímicos, de más trabajo, de hartazgo, etc.
– Como te han comentado por ahí, hice varias listas (cutres) de cosas que tenía que contar o revisar. Eso me permitía, cuando estaba encallado, seguir trabajando en la novela. La lista era algo como: «revisar la edad de X en el capítulo Y», «aclarar en varias partes que X siente debilidad por los bocadillos de nocilla», «incluir olores y elementos ambientales», «Ver si el capítulo 4 tiene sentido o hay que quitarlo o moverlo», «Darle más protagonismo a Z», etc.
– Céntrate (esto con cariño). Llegó un momento en que me di cuenta de que me estaba dispersando. Escribía relatos, le dedicaba tiempo al twitter, al facebook, rediseñaba el blog, leía, etc. No es que tengas que dejar de lado todo lo que haces, pero ya sabes cómo va el refrán: el que mucho abarca…
– Mi escaleta inicia, que era bastante vaga de por sí (en realidad era un microrrelato, así que tenía el principio y el final, que luego ni fue uno ni el otro), se parece a la historia final como una zanahoria a un teléfono. Es obvio que yo la tenía (muy muy muy) poco desarrollada, pero también hay que asumir que durante la escritura pueden aparecer problemas o cambios que creas necesario o conveniente añadir. E incluso, que giros argumentales que te parecían evidentes, al escribirlos no te lo parezcan tanto. Eso, sin entrar a hablar de que comiences a pensar en cambiar tiempos verbales, género de los personajes, puntos de vista, etc.
Es cierto que quizá yo no sea un buen ejemplo. Cuando tenía escritas 65000 palabras cambié de presente a pretérito y 15000 palabras más tarde volví al presente. A mitad de la novela le cambié el nombre al protagonista y «convertí» dos de los personajes en mujeres. Le cambié el final. Moví un capítulo de la primera parte a la última. Escribía y editaba al mismo tiempo. Y editaba cuando no sabía qué escribir. Y releía, releía mucho. Pasé medio año atascado en un punto, incapaz de encontrar una solución verosímil. Dudé, dudé mucho. Editaba un párrafo y dos meses después volvía a dejarlo como estaba. Escribía una escena y luego me daba cuenta de que ya la había escrito. Mataba a un personaje y a la semana lo resucitaba. No es el mejor método, pero no estoy nada seguro de que exista tal cosa (aunque sí que mi método es mejorable en cuestión de eficiencia). Según lo veo, para escribir una novela solo hay una regla: acabarla. En un año o en diez.
También te digo que he comenzado con la siguiente y me he propuesto a) no pasar de 65000 palabras y b) escribir una escaleta detallada.
Suerte y ánimo 🙂
¡Buenas, Manuel! Lo primero, muchas gracias por pasarte, por tu comentario y por tus consejos… La verdad es que me parecen todos acertadísimos