CUANDO EMPIEZO A TRABAJAR en una nueva novela, normalmente no tengo todas las piezas. De hecho, al principio suelo tener solo una pequeñísima parte de la historia, o un personaje, o simplemente una ambientación. No conozco a nadie que haya tenido una idea («oye, pues estaría guay tener un personaje que quiere ser piloto de aviones pero le dan miedo las alturas») y, al segundo siguiente, tenga toda una novela de 845 páginas planificada y estructurada perfectamente, con siete subtramas y un estupendo trasfondo de superación (¡y hasta varias capas de simbolismo!). En una buena novela te encuentras todas esas cosas, pero lo normal es que el escritor tenga que currárselo un poco y tirar del hilo para que un elemento lleve al otro y, al final, todo cuadre.
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