¡HOLA A TODOS!
Este mes os traigo un postre más “oficial” para compensar la libertad que me tomé con el anterior. Tal y como veis en el título (que siempre me spoilea la sorpresa, pero qué le vamos a hacer), he decidido preparar los dulces preferidos de Sansa Stark: los pastelillos de limón de Canción de Hielo y Fuego. Sí, no solo aparecen en la serie, sino también en los libros. De hecho, si tenéis Juego de Tronos (y sigo refiriéndome al libro, no a la serie) en formato digital y buscáis la palabra “limón” os sorprenderéis de la cantidad de veces que se habla de estos dulces. Y probablemente os dará hambre, además. Nuestro querido George R. R. Martin es un genio no solo a la hora de cargarse a nuestros personajes preferidos, sino también describiendo comidas y banquetes. Fijaos en este fragmento, por ejemplo:
Más tarde se sirvieron empanadas de pichón y criadillas, manzanas asadas que olían a canela, y pastelillos de limón bañados en azúcar, pero para entonces Sansa estaba tan llena que apenas si pudo comerse dos pastelillos, por mucho que le gustaran. Estaba decidiendo si se enfrentaría a un tercer pastelillo cuando el rey empezó a gritar.
¿Veis lo que os digo? Algo tiene que tener este hombre, porque hasta las empanadas de criadillas suenan apetecibles. Cosa que no pasa cuando soy yo quien las menciona. Puaj.
Pero el caso, NO voy a enseñaros a hacer empanada de criadillas, así que no os preocupéis. Los pasteles de limón son mucho más apetecibles sin importar si los menciono yo, Martin o nuestro querido Joffrey. Bueno, de esto último no estoy tan segura, pero de todos modos, os puedo asegurar que están buenísimos. No perdáis la cabeza y comed con cuidado, no sea que os atragantéis. *Guiño, guiño, codazo, codazo.*
En fin, después del chiste malo, tengo que decir que esta receta no es mía (ojalá), sino que la he sacado del blog oficial de la serie de Juego de Tronos. Al parecer, el chef Tom Colicchio se dedica a hacer comidas de la serie, y esta fue la primera receta que dio. Aquí tenéis la versión original, por si os interesa. Es una receta muy sencillita y el resultado es espectacular. Yo la he adaptado a gramos en vez de tazas, para que sea más exacto, y he doblado las cantidades (nunca hay suficientes pastelillos de limón, lo garantizo). Además, he cambiado el azúcar blanco por azúcar moreno, por la simple razón de que me parecía más propio de Poniente. Naturalmente, podéis escoger el azúcar que os dé la gana.
Y sin más dilación, vamos con la receta:
Ingredientes:
- 200 g de azúcar
- 4 huevos, claras y yemas separadas
- 65 g de harina
- Una pizca de sal
- 260 ml de leche
- 90 ml de zumo de limón
- Ralladura de 1 limón
Nota: también necesitaréis moldes rígidos para magdalenas o cupcakes, o bien cuenquitos para horno tipo ramekins.
Preparación:
- Precalentamos el horno a 200ºC
- Untamos los moldes con mantequilla y los espolvoreamos con un poco de azúcar.
- Batimos las claras a punto de nieve, o sea, hasta que parezcan nata montada. El truco está en batir con la batidora de varillas a máxima velocidad hasta que las claras sean completamente blancas y adquieran la consistencia necesaria para que, si coges un poco con una cuchara, quede abierto el hueco donde has quitado un trozo. Cuando hayáis conseguido esto, reservadlas.
- Ahora, con la leche y dos cucharadas de zumo de limón, vamos a preparar buttermilk. Soy consciente de que no suena muy bien, porque es básicamente leche ácida, pero os prometo que se utiliza en muchas recetas para que la masa quede más ligera y esponjosa. Se trata simplemente de añadir dos cucharadas de zumo de limón a la leche y dejarla reposar durante al menos dos minutos.
- Mezclamos la harina, la sal y el azúcar.
- En otro bol, batimos las yemas de huevo, la ralladura de limón, el buttermilk y el resto del zumo de limón.
- Añadimos a esa masa la mezcla de harina, sal y azúcar y mezclamos bien.
- Cuando tengamos una mezcla homogénea, añadiremos las claras de huevo y removeremos para incorporarlas. No os preocupéis, quedará una consistencia un poco extraña, muy líquida y con la espumita de las claras sin terminar de mezclarse del todo, pero eso es lo que queremos.
- Vertemos la mezcla en los moldes, los cubrimos con papel de aluminio y los metemos al horno al baño María (ya sabéis: dentro de un recipiente con agua hasta la mitad) a 200 grados durante 25 minutos.
- Pasados los 25 minutos, quitamos el papel de aluminio y los dejamos hornéandose durante 15 minutos más (aproximadamente, claro. Si veis que empiezan a oscurecerse, retiradlos antes).
- Dejamos que enfríen un poco y los desmoldamos bocabajo. Cuidado, porque la parte de abajo estará cubierta de una especie de crema y resbalarán fácilmente; no deberían ser difíciles de desmoldar.
¡Y ya está!
Probadlos cuanto antes, por favor. Yo nunca había hecho esta receta y me sorprendió un montón, tanto por el aspecto como por el sabor. Os aseguro que merecen la pena.
- Los dulces de melocotón de «Hierro y seda» - 11/07/2018
- Los rollitos de canela de «Las carreras de escorpio» - 27/06/2018
- El pan de nueces de «El talismán albanés» - 30/05/2018
¡Qué buena pinta! No sé qué es más dulce, si los pastelillos o la mano de tu prima ♥. Supongo que ya no quedará ninguno, pero a ver si para el mes que viene me mandas alguno por correo antes de que se terminen.
Mi abuela extremeña hacía empanada de criadillas y tengo que confesar que a mí me encantaban. Cortaba la carne en trozos, la freía con cebolla, ajo, tomate y un vino tinto muy oscuro y luego lo metía en lo que ella llamaba el pan, que era una masa que hacía con harina, agua y un poco de aceite y lo cocía en el horno.
Os puedo asegurar que era delicioso. Maldita grasa, esa carne era la cosa más suave del mundo.
¡La verdad es que contado así suena super apetecible! Me guardaré la receta por si acaso ^_^
¡Hola!
Llevaba un tiempo con la receta en mente, que tengo varios cerca chiflados del limón y seguro que triunfaba (aunque entre unas cosas, el verano y otras, ninguno estaba cerca al final, pero para otra ocasión que necesite ganármelos, la primera prueba ya estaba hecha)… y, eso. Que el otro día iba a cenar pizza y, ya que estaba el horno en marcha, pues me puse con ello. (Cabe decir que no encontraba la batidora para las claras a punto de nieve, sólo las varillas, y estaba a punto de desesperarme cuando al fin las encontré. Pero madre mía qué mal lo pasé que con la otra batidora eso no se ponía a punto de nieve ni para atrás).
El caso, que yo los hice más pequeñitos, en plan bocados, porque si son grandes siempre me entra el «uy, que son grandes» y no los como; pero los pequeñitos, bocado a bocado, pues te acabas medio plato y al final es lo mismo o más, pero no lo parece… ¡Y me sorprendió mucho la textura! Me recordó un poco a la quesada, quién sabe por qué. Pero con un sabor súper intenso.
Me dio el venazo y, como había bastantes, metí algunos a la nevera. Y, sorprendentemente, casi me convencen más, sigue conservando el sabor intenso, pero es más refrescante (aunque, según mi tía, saben menos, así que igual es cosa de mi paladar…).
Y, eso. Que me ha gustado mucho y repetiré ^^
Volveré
OHhh, Sam, me alegro un montón de que te hayas animado a hacerlos y te hayan gustado!! Tienes razón en lo de la textura, por cierto, se parecen un poco a la quesada. Y me anoto lo de meterlos en la nevera ^___^
Mil gracias por comentar y un besazo. <3