HACIENDO UNA COSA que no se debe hacer nunca (cuándo haré caso de mis propios consejos…), estoy intentando arreglar el primer párrafo de la novela que estoy escribiendo. Digo que es algo que no se debe hacer nunca porque no es muy aconsejable ponerse a corregir cuando todavía no está el primer borrador terminado, pero como últimamente estoy escribiendo un poco a rachas (hay días que parece que todo fluye y días que no consigo poner dos palabras juntas) y como (otra de las causas de mi crisis de mitad de novela) tampoco puedo dedicarle a escribir todo el tiempo que me gustaría, me he dicho que tampoco viene mal replantearme un poco el concepto y adónde quiero llegar con esta novela. Porque tener una dirección en la que viajar me ayuda a seguir adelante, pero tener claro de dónde parto también me ayuda a situarme.
Y todo esto me lleva a la primera frase. Ay, la primera frase. La más complicada de toda la novela. Es la frase que debe atrapar al lector, que aún no sabe nada de ti. No sabe nada de tus personajes, no le importa lo que les pase y, si es como yo, ha empezado a leer tu novela porque quiere deshacerse de la resaca de la última que ha leído.