ANTES DE QUE TE lleves las manos a la cabeza y empieces a lanzarme tomates y artículos varios defendiendo las ventajas de Evernote con respecto a cualquier otro invento anterior de la historia de la humanidad, tengo que decirte que he hecho mis deberes y he leído sobre ello (y, lo que es más importante, lo he probado). También querría añadir que por supuesto todo esto que voy a decir aquí está basado en mi experiencia y en la adaptabilidad de cada aplicación a mis necesidades personales como escritora.
Para ponerte en contexto, resulta que yo soy una friki de la documentación. Pero una friki de verdad, porque si ya con doce años (para mi primera patata) me preocupaban cosas como que los menús de los restaurantes a los que iban mis personajes tuvieran platos que existieran de verdad, mi nivel de locura con esto ha crecido con los años y ahora no soy capaz de escribir dos páginas sin pararme a buscar datos o fotos o si había lecheros en Berlín en 1961. Y la cosa es que hoy en día la mayor parte de la documentación se hace por internet (aunque también hay que recurrir a fuentes más tradicionales), y al final el resultado de todo esto es que necesitas un modo eficiente de organizar toda esa información.